«El habla gestual y el modelado de los signos», por Claus Friede

Una tentativa de acercamiento de Claus Friede

Mediante la búsqueda de huellas, el ojo toma lo que necesita

Con su pintura de alegres colores, Toni Barrero ofrece un depósito de espacios no figurativos y gestos expresivos. Ambientado entre el expresionismo abstracto y la pintura informal, Barrero no adopta, sin embargo, ninguna receta predeterminada, sino que opta por la experimentación sistemática.

Una gama de colores inspirada en el Mediterráneo, junto a las tonalidades evocadoras de su ciudad natal, la localidad mallorquina de Sóller, encuentran en su obra su propio posicionamiento. Superficie, superposición de capas pictóricas, gestos y signos constituyen las piezas integrantes de sus obras visuales. Su paleta es prismáticamente amplia.

El cuarto de las herramientas está en la cabeza, la ejecución en la mano
Las imágenes surgen a partir de fragmentos individuales. Unas anotaciones mínimas, comparables a las entradas de un diario, se transforman en caracteres enérgicos y sublimes. Por un lado, el rasgo pictórico gestual adopta su lugar por otro, reside en un repositorio de los signos sencillos y, al mismo tiempo, exaltados. Cálculo y espontaneidad, elección de rumbo y casualidad. Lo no expresado constituye una categoría propia. Y aún así, a pesar de todo, Toni Barrero logra formular enunciados representativos, y se aplica, tanto en lo físico como en lo concreto, al contrario visible. Se diría que, en su trabajo, las variaciones se sienten en la infinitud como en casa, y aún así es posible capturar la totalidad de un solo golpe.

La entrada en escena de los signos nómadas
Como si el artista hubiese desarrollado su propio alfabeto, o sellos individuales, las series de Toni Barrero resultan evocadoras de una sucesión de arcaicos elementos artísticos básicos. El movimiento se derrama, las líneas fluyen de modo caligráfico y permiten que todos los elementos individuales —el color, la forma y el contenido— entren en contacto. Los signos, desarraigados, merodean, agitando los recursos asociativos y la fantasía del observador. Pero no desean ser ni códices, ni auspicios, ni concentración, sino tan solo ellos mismos, aprovechando el mero derecho a existir. Los signos llevan una vida propia. Contradicciones en tensión: en la pintura de Barrero, los signos se esconden y asoman bajo los bordes de las superficies, se superponen y rivalizan entre sí, o bien persisten en insinuarse para luego afirmarse, en las imágenes sucesivas, mediante la firme definición de su forma.

Cuando las formas se convierten en ritmo
Las series de pinturas que llevan el título de Juegos y Variaciones pueden leerse como si fueran composiciones musicales. El «juego» es aquí entonación que, en su elocuencia, se transforma en tesauro de vivaces tonos cromáticos. El vocabulario se absorbe en el mundo de la música, que conoce bien los ritmos y los tonos sin materialidad. Dichos ritmos y tonos, a su vez, se liberan de la historia y se descifran a sí mismos gracias al impulso de su diálogo con el repertorio gráfico y pictórico.

Hace falta ampliar la ligereza de la mirada
El formato visual seleccionado en cada caso incrementa el movimiento formal mediante su principio “all over”: Barrero reflexiona y trabaja más allá del formato. No tiene problemas con ninguna de las fronteras existentes. La liberación interior se contrapone únicamente a la delimitación del espacio físico para el movimiento. El formato pictórico se corresponde al formato del libro, porque las hojas de pequeño formato pueden leerse una por una, o bien en su conjunto, convirtiéndose así en una nueva totalidad. La nueva formulación se basa además en una ausencia rigurosa de la representación habitual.